Brad Bird es una verga. Hizo El Gigante de Hierro, que es una verga de película. Hizo Los Increíbles, que es una de las mejores películas de superhéroes de todos los tiempos, si no la mejor. Hizo Ratatouille, una metáfora del talento y de la relación del artista con la crítica, de una manera más centrada y efectiva que la manera en que se abordó el tema en Birdman. Hizo Misión Imposible 4: Protocolo Fantasma, tomando un guión aburrido y lleno de clichés, y, aplicando sus superpoderes, convirtiéndolo en una emocionante película de espías, reviviendo a la franquicia al instante. Los familiarizados con su nombre y sus obras sabíamos que su película, Tomorrowland, podría convertirse no sólo en su mejor película, sino también en una de esas que se convierten en clásicos al instante ¿Cómo no tener esas expectativas, teniendo en cuenta su impresionante currículum? No nos preocupaba que el guión fuera co-escrito por el fraudulento Damon Lindelof. Protocolo Fantasma tenía un guión culebro, pero terminó siendo genial. Fui al cine con las expectativas muy altas, sin ninguna duda de que el buen Brad Bird las cumpliría todas.
Tomorrowland es una película que sabe lo que quiere lograr, y que sabe lo que tiene que hacer para lograrlo. Es la obra de un consumado director que ya se las sabe de todas todas, y que es una riata al momento de presentar una historia al espectador. Es por eso de extrañar que el primer acto es sin lugar a dudas demasiado pausado y largo. No tanto como para aburrir, pero sí para que decaiga el interés inicial que la historia da. Es de hecho en este primer acto cuando más se siente la mano del Damon Lindelof, el tipo que supo cómo mantener a la audiencia norteamericana en vilo por 6 años a base de puro atole con el dedo (junto con Carlton Cuse).
Así es, después de Lost, Lindelof se ha abierto camino como guionista, participando en películas de dudosa calidad como Prometeo y Cowboys & Aliens. Su sello particular es reconocible de inmediato: sabe cómo ser críptico. Cómo hacer parecer a la película muy misteriosa. Esto de manera indefectible ocasiona que crea en el público unas expectativas inmensas que NUNCA se ven realizadas. ¿Recuerdan lo decepcionante que fue la última temporada de Lost? ¿Lo decepcionante que fue el seudofinal de Prometeo? Pues así es es este tipo. Es un experto en crear misterios y expectativas, pero es muy deficiente a la hora de crear un final que se mantenga a la altura de esas expectativas. Es decir, no puede armar una trama de principio a fin.
Es por esto, por la unión de estos dos sujetos, que Tomorrowland es una conjunción de las mejores virtudes de Brad Bird y de los peores defectos de Lindelof. Es cierto que el misterio creado en la primera parte es en buena parte gracias a éste último, pero, al mismo tiempo, este primer acto se siente tan saturado de detalles, que se hubiera podido prescindir de varias cosas que él aportó al guión. Además, la trama es por su naturaleza misteriosa, no había necesidad de aumentar el misticismo o de dar esa información crítptica.
Llegamos, pues, al segundo acto, que es cuando la influencia de Damon Lindelof se siente reducida y cuando Brad Bird nos aturde con impresionantes escenas que dejan en vergüenza a casi cualquier blockbuster estrenado recientemente (cof, cof, Age of Ultron, cof, cof). Ocurre esto: un plano secuencia de la "llegada" de la protagonista a Tomorrowland de unos 15 minutos de duración en los que sientes que el mundo real ha desaparecido por completo, que el universo entero se ha desvanecido y lo único que existe, y lo único que importa es lo que estás viendo en la pantalla del cine. En esos benditos 15 minutos no pensaba en absolutamente nada más que en lo genialidad absoluta de lo que estaba viendo. Una vez que termina, ¡nos sentimos tan frustrados como la protagonista! ¡Sólo queremos seguir viendo más y la visión termina!
Inmersión total. La meta final de cualquier película de entretenimiento debería ser hacer que su púbico se sienta dentro de la película, y que a lo largo de su duración sienta que está en otro mundo, uno muy alejado del su mundo normal. Por Dios que es difícil sentir eso últimamente, y el que uno sea cada vez más cínico y analítico con las películas no ayuda. Pero esta película lo logra, y no una sola vez, sino varias. El contenido audiovisual era demasiado maravilloso, demasiado increíble como para no sentirse de otra manera. Brad Bird crea escenas de acción que se caracterizan por siempre aportar algo nunca antes visto. Cierta escena que involucra taquiones hizo que quisiera arrodillarme al suelo y empezar a alabarlo como un musulmán en la Meca. Impresionantes combates con robots mortíferos que te mantienen al borde del asiento. Y varias más. Atestiguar quiénes fueron los primeros Ultras (si ves la película sabrás qué significa eso) hace que se te enchine la piel. Aunque hay mucho humor físico, ciertas bromas te sacarán carcajadas... pero no la que involucra un product placement de coca-cola odioso y descarado (como el que hubo de Pepsi en World War Z... qué también tuvo un guión coescrito por Lindelof, qué sospechoso). Total, la película se vuelve tan impecablemente buena que por un momento llegué a pensar, que era la película perfecta, que era la mejor película que había visto en mi puta vida.
Pero luego llegamos al tercer acto, donde ocurre lo malo: el clímax no está a la altura de las expectativas que se crearon en la primera mitad. No es divertido, no es creativo, no es maravilloso. Una de las principales razones de esto es el villano, interpretado por el Dr. House: nunca es un villano formidable... es más, ni siquiera se advierte que sea malvado en verdad o que esté en verdad equivocado (como Charlize Theron en Prometeo... e incluso, qué curioso, tienen una muerte muy parecida, e igual de estúpida). Básicamente es un tipo que no tiene fe en la naturaleza humana. Brinda un chingonsísimo monólogo sobre su punto de vista. Realmente nunca se siente su malevolencia y es bueno que no sea el típico villano de cartón malo-malo, pero es que sabes que hicieron mal el trabajo cuando no sientes por él nada que no sea una ligera aquiescencia con su filosofía (debido a su chingón monólogo). Hay otras razones por las que el clímax no funciona, pero no puedo decirlas sin spoilear.
Las moralejas que da son básicamente tres. Uno: el simple hecho de querer cambiar al mundo comienza a cambiar al mundo. Dos: Condiciona a alguien a creer que será algo, y terminará siéndolo. Tres: El futuro no está escrito, así que, como dice el Doc Brown en Volver al Futuro 3, constrúyanse uno bueno. Moralejas muy positivas y bonitas en un medio en el que las historias cada vez son más oscuras, más desesperanzadoras y más cínicas. Sería genial que los niños aprendieran estos mensajes de este filme, pero a los que vi en la sala los noté desconectados de la película, sobre todo al principio. No les interesaba tanto como una de Avengers, al parecer.
Así que realmente Tomorrowland es una película que vale mucho la pena ver en el cine. Es muy divertida, y visualmente es un agasajo inconmensurable. Pero no llega a ser esa película perfecta que estaba destinada a ser, y eso es lo que frustra, lo que me recontra emputa, carajo. Les faltó tan poco para crear una pelicula absolutamente deliciosa, una que por décadas hubiera inspirado a generaciones enteras. Si Lindelof se hubiera quedado sólo como productor, y se le hubiera dado a Brad Bird la libertad total de hacer con el guión lo que quisiera, sin duda se hubiera convertido en ésa película.Ojalá sea éste el final de sus colaboraciones.
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