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Disgaea es una franquicia de opuestos muy peculiares; por un lado, está confeccionada bajo los más estrictos convencionalismos de la estrategia por turnos, sin otro exponente que se compare en complejidad y con tantas exigencias de dificultad que podría exasperar hasta al más meditabundo, pero desde una perspectiva completamente opuesta, incurre en una estética sumamente atractiva y caricaturesca que nos guía a través de una historia hilarante, casi pueril, atestada de momentos inolvidables. Esta tercera entrega no es la más estelar de las iteraciones de la saga, sin embargo, es una perfecta introducción a los conceptos que maneja, no tanto por lo accesible sino porque da suficientes explicaciones a todo lo que sucede en pantalla, además de ofrecer raudales de contenido que te mantendrán pegado a la portátil de Sony durante semanas o meses; la decisión queda en tus manos.
El comentario anterior suena excesivo e incluso podrías pensar que raya en lo presuntuoso, pero en realidad esta serie de carismáticos juegos se caracterizan por implementar una sucesión casi interminable de calabozos, mientras que la mecánica de combate resulta sumamente adictiva. Es una combinación ganadora, aunque desafortunadamente para Nippon Ichi que funge como distribuidor, no lo suficiente para llamar la atención de las masas, en parte debido a que el concepto no apela a todo tipo de público, pues al basarse en un esquema combates por turnos, requiere considerable paciencia.
Así entonces resulta fortuito que para amenizar la experiencia, la historia sea de lo más cómico y hasta cierto punto, busque identificarnos con la causa: Mao, el prodigioso hijo del señor del inframundo está tan enojado de que su padre pisoteó su SlayStation Portable y le hizo perder los archivos guardados con millones de horas de juego (sí, literal), que ha decidido cobrar venganza al arrebatarle el trono al soberano, si bien para ello requiere una habilidad portentosa que sólo puede alcanzar tras acumular fuerza y de paso, enfrentar toda clase de peligros. Por supuesto, no es sólo casualidad que para reunir dicho poder tenga que hacernos cómplices de interminables batallas. Pero verás, lo peculiar es que haciendo honor a la presentación caricaturesca, en este panorama todo está retorcido, pues las personas justas y honorables son consideradas criminales buscados por la ley, mientras lo que aparenta ser escoria a ojos del humano convencional en este bajo mundo, son ejemplo a seguir, casi al grado de clasificarse heroico. En opinión de Mao, talentoso artífice de la maldad, el único modo de lograr su propósito es tomando el camino del bien, pero no será tarea fácil tras una vida de fechorías, lo que dará con una serie de complicaciones y peripecias un tanto caóticas.
Ahora, a pesar de la premisa tan jocosa y de contar con una narrativa entretenida, la gesta de Mao está en última posición de genialidad cuando se compara con otras entregas de la serie, y esto es válido para todo lo que compete a la periferia argumental. Mucho de la trama es simple sátira redundante y hay personajes que pasan de lo gracioso a lo irritante en algunas escenas. Además, el diálogo carece de la memorable energía de otras entregas de Disgaea, sin olvidar que el ritmo de la historia tiende a estancarse hacia la mitad de la aventura. El problema es que los defectos son realmente notorios a la luz de las comparaciones, pues en sí mismo este cuarto capítulo es divertido e irónicamente, a pesar de no ser lo mejor en hilaridad referente a la franquicia, la comicidad es mucho más ingeniosa que el promedio de juegos que se valen del mismo tipo de bromas.
De vuelta al tema de la mecánica, la interacción en batalla con Disgaea requiere que selecciones a uno de los distintos personajes que irás recolectando a lo largo de la aventura, lo desplaces a través de un tablero cuadriculado y al final, elijas una acción; en materia de estrategia todo es opcional, pues queda en ti cuándo mover y cómo atacar o defender, si consideramos que con frecuencia debes esperar a que todas las componentes, o digamos miembros de tu grupo, estén debidamente posicionados. Es importante estar al pendiente de cada elemento en el campo de batalla y esperar al momento adecuado, ya que hay combinaciones devastadoras o ataques grupales que sólo son permisibles bajo cierta configuración de personajes. Fuera del funcionamiento básico, que en realidad es muy sencillo de aprender, se esconde una complejidad extremadamente profunda, tanto en el desarrollo de una pelea como en la preparación previa, pues comprende más que sólo subir de nivel y elegir habilidades. Hay un extenso repertorio de opciones, tantas que podría caer en lo abrumador, lo que supone una curva de aprendizaje excesiva, en especial si no estás familiarizado con propuestas similares. Sin embargo, se hizo un buen trabajo en la introducción de cada elemento nuevo en la mecánica, detallando puntualmente y con brevedad el funcionamiento para aquellos ajenos al nicho, y aunque no se profundiza en ciertos aspectos tácticos más avanzados, es evidente que se dejó para libre experimentación, una vez dominadas las bases.
Todo Disgaea se distingue por ofrecer amplio contenido y numerosos calabozos a explorar, pero el tercer episodio lleva la distinción a un nuevo nivel, ofreciendo con todos y cada uno de los ítems del juego, un calabozo generado aleatoriamente. Al adentrarte en estos pequeños mundos encapsulados y derrotar a todos los enemigos, ayudas a elevar el nivel del arma u objeto en cuestión, además de por supuesto contribuir en puntos de experiencia para tus personajes. Pero fuera de la reiterativa necesidad de subir de nivel, sobran las actividades, como asistir a la escuela. Podrá parecer trivial más allá de aprender el funcionamiento del juego, pero si llevas a tus personajes a tomar clases y los sientas juntos, ganan puntos de compatibilidad que se traduce en mejor desempeño conjunto durante el combate, mientras que al suscribirlos en ciertos clubs incrementas atributos. Por otro lado, puedes valerte de la academia para solicitar cambios en ciertas reglas del campo de batalla o incluso en el comportamiento del juego en general, lo que va de introducir enemigos a invocar nuevos personajes para reclutar y conseguir un mejor abastecimiento de las tiendas, por mencionar algunos aspectos. Por supuesto, solicita cierto compromiso, y si no asistes a clase no hay apoyo a tu moción.
Tal vez sobra decir que todo el concepto de Disgaea está diseñado para saciar los más excéntricos gustos de los aficionados a la estrategia por turnos, y si no te consideras parte de este grupo podrías encontrarte con un gran muro de dificultades al sumergirte en Abscence of Detention. Pero dejando atrás la poca accesibilidad, se trata de un título interesante, sólido y adictivo, que además se ajusta perfectamente a la plataforma, pues si bien el desempeño visual fue óptimo cuando se lanzó la versión original en PlayStation 3, en este caso la pequeña pantalla muestra gráficos más nítidos, no lo suficiente para elogiarlos, pero sí mejores si los comparamos. Además, mientras que la versión para consola de sobremesa te obligaba a pasar extensas sesiones de juego antes de poder siquiera salvar, con Vita simplemente apagas la consola y continúas más tarde, sin complicaciones. Sumándose a los beneficios de la portátil, esta variante ya cuenta con todo el DLC, de modo que puedes personalizar el aspecto de cierto equipo, además de que contiene nuevos hechizos y habilidades para personajes. En resumen, es una gran oferta de entretenimiento que con mecánica adictiva aporta incontables horas de diversión, siempre y cuando estés dispuesto a enfrentar los desafíos.
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