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Para quienes vivieron la época de oro del Arcade, aquella anterior a los videojuegos de pelea, y para quienes conocieron los títulos de carreras en la era de los 16 bits, OutRun tiene un lugar especial. La obra de Yu Suzuki supo capturar la esencia de una época en un título que con todo y gabinete espectacular, se volvió un referente del género y la escena. El tiempo pasó y los simuladores tomaron el trono, pero ahora que vivimos en una época donde es posible retomar las glorias del pasado y traerlas de vuelta gracias al desarrollo indie, encontramos tributos bien logrados, como Slipstream.
Slipstream, rindiendo tributo a OutRun
Slipstream es un juego de carreras de estilo Arcade desarrollado por el brasileño Luiz “ansdor” de Paula. La llegada de su propuesta a consolas, puramente inspirada en OutRun, no pasó desapercibida para los fans del género. La mayoría se formaron en la vieja escuela, y recién tuve la oportunidad de dedicarle muchas horas a esta propuesta que la mayor parte del tiempo me recordó la sensación de hace 3 décadas, cuando los Arcade de SEGA eran lo mejor.
Slipstream se planta ante nosotros con un diseño ad hoc a la era que quiere reconocer y con mecánicas sencillas. Siguiendo a su mayor influencia, el objetivo de este juego es avanzar entre todos los competidores para llegar a la meta en los primeros lugares, aunque tiene modos de juego variados. Más que un título de carreras como lo conocemos hoy, se trata de un juego de habilidad, pues es preciso evitar los choques con otros competidores o con algún objeto al salir del camino. El detalle en este caso es que tenemos 2 mecánicas básicas pero cuyo dominio se vuelve esencial para salir con la victoria.
Derrape, rebufo, velocidad y varios modos de juego
El modo principal de Slipstream es un tributo a OutRun: una carrera por caminos conectados que nos pondrá frente a un competidor en particular con el objetivo de cruzar la meta antes que él pero con la presión del contador que disminuye cada vez más. También existen modos tradicionales de competencia que nos permiten correr por puntos en una temporada con una selección de pistas y la posibilidad de mejorar los vehículos. Hay propuestas tipo Battle Royale, Rally y la clásica carrera contrarreloj, de manera que no faltan opciones.
La primera es la que da nombre al juego, Slipstream. Se trata de la representación del conocido rebufo en el automovilismo, aquella técnica que implica colocarse detrás de un automóvil para evitar que la resistencia del viento impacte la velocidad dando el impulso necesario para tratar de realizar un rebase. En este caso, bastará con colocarnos por algunos segundos detrás de un vehículo para iluminar el logotipo de Slipstream y obtener ese turbo tan necesario para ganar.
La segunda mecánica implica el tradicional derrape y se ejecuta de forma automática, para quien no quiera lidiar con botones, o de forma manual con la combinación básica soltando el acelerador, frenando y apretando de nuevo el botón de avance. En ese momento, las llantas rechinan y podremos tomar curvas con mayor velocidad, aunque con la misma posibilidad de riesgo por un accidente. Cabe mencionar que, atendiendo a todo tipo de público, Slipstream tiene un botón para retroceder la acción hasta 5 segundos antes del desastre y así tratar de hacer el movimiento adecuado que lo evite; eso sí, se incluye un exquisito efecto de cinta VHS que todo jugador de la vieja escuela sabrá apreciar.
Ambas mecánicas, base de Slipstream, están bien ejecutadas y brindan una experiencia de juego sencilla, pero extrañamente satisfactoria, pues en ocasiones la complejidad y la saturación de los videojuegos actuales nos permite disfrutar la riqueza en lo sencillo, aquello que nos regresa a la raíz.
Slipstream no es un videojuego fácil. Tiene opciones de dificultad basadas en la aceleración a fondo de los competidores y brinda un reto atractivo que en verdad te hace poner atención en cada movimiento. Sin embargo, hay detalles que no pueden pasar desapercibidos, como los movimientos de algunos autos competidores que, si bien se entiende que su labor es estorbar, en ocasiones es de forma brusca y poco cuidada en cuanto al detalle, lo que provoca que tus movimientos de evasión sirvan de poco. Por otra parte, la entrada y salida a las curvas resulta sorpresiva, en especial en las primeras horas antes de que memorices cada circuito, pero en la mayoría de ocasiones es seguro que saldrás del camino y directo a estrellarte sin posibilidades reales para hacer algo con el control.
Pese a esto, Slipstream logra mantenerse en la carrera gracias a su propuesta sencilla y capaz de divertirte en sesiones cortas de juego.
Algo a destacar de este título creado por un solo desarrollador es su estética en honor a los 16 bits, así que verás los escenarios tematizados según el entorno en que se encuentra cada pista, incluyendo playas, ciudades, campo, zonas industriales, nevadas, etcétera. Sin embargo, lo que destaca aún más es su soundtrack, con una mezcla atractiva de canciones pertenecientes al género high energy y temas electrónicos que reflejan las bandas sonoras de aquellas salas Arcade donde este tipo de juegos alcanzaron la gloria.
Por otra parte, Slipstream tiene una cantidad interesante de opciones y ajustes para cumplir con las exigencias de los jugadores. Una de ellas, la que me encantó, son los filtros visuales, incluyendo uno que rememora los televisores CRT con todo y las curvas en las esquinas y las scanlines.
Conclusión
Pese a su sencillez y los detalles en cuanto a jugabilidad, Slipstream es una propuesta que cumple con su cometido: rendir un homenaje a OutRun. La cantidad de detalles para hacer un viaje hacia el pasado y tener un buen momento nostálgico y divertido es suficiente y se agradece. Eso sí, no se trata del santo grial de los juegos Arcade y tampoco cambiará las cosas, sólo es un título al que puedes dar una oportunidad si eres fan del género y buscas un rato simple de diversión.
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