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Durante más de media década World of Warcraft se mantuvo como el indiscutible soberano de los masivos en línea, desafiando temerariamente el paso del tiempo, pero los años comienzan a dejar su huella y ante la llegada de nuevos competidores que con su frescura intentan derrocar al rey, era necesaria una solución contundente. La propuesta es Mists of Pandaria, la más reciente expansión que si bien no ayuda a sacudir la vejez del juego y está lejos de igualar el esplendor de sus antecesores, ofrece cantidades casi abrumadoras de contenido interesante y divertidas actividades capaces de fascinar a los aventureros más veteranos de Azeroth y así demostrar que Blizzard aún tiene trucos bajo la manga para impresionarnos.
Las revelaciones llegan poco a poco. Y es que aún si eres un ferviente amante de las películas de kung fu o si te atrae la cultura oriental, la idea de una raza de pandas como tema central de una historia épica parece no encajar con el resto del universo, sobre todo después de repeler tropas demoniacas pertenecientes a otra dimensión, combatir una legión de seres de ultratumba y vencer terribles dragones. Curiosamente, el estudio logra ofrecer una experiencia envolvente al tiempo que nos da un respiro frente a las constantes proezas legendarias que vivimos en WoW. La virtud, como ya es costumbre para Blizzard, está en la narrativa. El objetivo de esta expansión no es pelear al unísono contra una amenaza común, sino reavivar el conflicto entre Horda y Alianza, valiéndose de Pandaria como escenario de guerra.
La inclusión de estos nuevos personajes y su filosofía pacifista permitieron relatar los acontecimientos de un modo más íntimo y hasta cierto punto, realista. Desde las misiones más triviales, pasando por las llenas de humor hasta las que contienen verdadero drama, el contexto del nuevo continente adquiere relevancia porque los habitantes expresan sus emociones ante los perturbadores eventos y te involucran como héroe. Irónicamente, los pobladores no logran escapar al cliché de su naturaleza, después de todo se suele mirar a los pandas con cierta ternura, y al parecer el equipo de diseño no pudo olvidar su infancia, pues con frecuencia los muestran como sujetos secundarios de caricatura sabatina, tan superficiales y faltos de identidad que tras ayudarlos, se borran de tu memoria para siempre o al menos hasta que pases por el mismo lugar con otro personaje. Es una situación contradictoria, resultado de situaciones memorables conducidas por seres poco trascendentales.
Ahora, los pandaren no son ajenos a la mitología de Warcraft, y en particular, el propio Chen Stormstout colaboró con Thrall en la fundación de Orgrimmar, además, aquel que piense que son una raza ridícula tendría que desechar de paso a los hombres-vaca, a los trolls con personalidad jamaiquina, a hombres-lobo con peculiar gusto por la moda victoriana y cualquier otro aspecto con ese toque humorístico característico de los juegos de Blizzard. No hay que equivocarse, el concepto de los pandas no está mal en principio, pero su presencia es realmente inconsistente, pues aunque tienen momentos muy emotivos, son pocas las celebridades de la expansión que permanecen para la posteridad, incluso Lorewalker Cho, quien sirve como guía durante varios capítulos del recorrido, es rápidamente opacado por figuras de diseño más clásico, como los generales, orco y humano, que lideran ambas fuerzas de invasión.
En verdad es una lástima, pues sin duda la figura del pandaren tiene amplio potencial, algo que queda claramente evidenciado cuando das vida a una de estas peculiares criaturas. Al iniciar un nuevo panda, la trayectoria comienza en una isla fantasiosa, asentada sobre el caparazón de una colosal tortuga. Es una región fascinante, aunque hablando de fantasía, es tal vez dicho aspecto el que causa mayor contradicción en Mists of Pandaria, pues con frecuencia pasa de lo mágico e inverosímil, a lo mundano y casi monótono. Tratándose del entretenimiento del pixel, es mejor inclinar la balanza hacia el lado de la ficción.
Por otra parte, los primeros niveles del pandaren están saturados de color y emoción, llevándote de la mano por majestuosas pagodas, escenarios llenos de vida y monjes que practican artes marciales sobre un delgado madero. Todo acorde con el folclor chino. Cada rincón de esta pequeña región flotante destila identidad, y tras pelear contra los espíritus de la naturaleza, explorar cavernas místicas y hasta combatir con fuegos artificiales de fondo, eres abandonado ante el viejo mundo de Azeroth, hogar de interesantes aventuras, pero completamente distinto en diseño y presentación a este nuevo contenido así hasta que llegas a nivel 90 cuando reconectas con los primeros episodios de la trayectoria como pandaren, pero aún entonces el resto de Pandaria no tiene el mismo impacto, sólo conserva la magnificencia.
Lo interesante de este nuevo continente es que presenta una vasta variedad de escenarios y contiene una digna recreación de la muralla china, el equivalente de la ciudad prohibida y te lleva a atravesar inmensas puertas con gigantescos guardianes. Hay mucho para explorar, y puedes disfrutarlo aún más si adquieres la capacidad de viajar por aire, pues algunas atracciones turísticas son tan majestuosas que sólo puedes apreciarlas bien desde el cielo. Sobra decir que el motor gráfico se nota cada vez más obsoleto, en particular frente a juegos del género que brindan una experiencia visual más sofisticada y artística, pero eso no quita mérito a Mists of Pandaria, gracias a su estética atractiva, y una geografía intrincada. Se nota que cada rincón del mundo fue diseñado con un propósito, y aún si no es interactivo, muestra que ese lugar tiene una historia que se remonta a años atrás, tal vez siglos; no es una novedad en la franquicia, pero se agradece que se llevara al mínimo detalle.
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