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"Todo lo que destruyas, nosotros reconstruiremos", dice Mario, con su exagerado acento italiano, exponiendo en una frase, la esencia de un título que me recordó lo divertido que todavía puede ser un juego en una era donde la madurez de los AAA y la inocencia de Nintendo, parecen las únicas 2 rutas a tomar.
Políticamente incorrecto, exagerado y ridículamente divertido... así es Just Cause 3, un juego centrado en la figura de Rico Rodríguez, caudillo de una revolución prototípica, héroe de acción y protagonista de un título al que poco le importa el argumento, poco le importa lo moral, poco le importa la profundidad y sólo quiere ver el mundo arder de todas las formas posibles sin escatimar en especificaciones técnicas.
Tras años de librar batallas en el extranjero, para Just Cause 3, Rico Rodríguez regresa a su tierra natal: Medici. Una pintoresca isla mediterránea, subyugada por un militar estereotípico, quien tiene a su disposición un ejército conformado por enemigos sin rostro y un mineral de ficción (Bavarium), capaz de fungir como explosivo y eficiente combustible a la vez.
La idea es simple: destruye al régimen base por base y no dejes piedra sobre piedra; las herramientas corren por cuenta de Avalanche Studios. Tú, como jugador, solamente debes preocuparte por hacer estallar cada torre de vigilancia, cada batería antiaérea, generador, antena y anuncio que sirva a la causa del coronel Sebastiano Di Ravello. Hasta aquí, todo suena simple, poco imaginativo... plano. Pero existe un catalizador: Just Cause 3 viene adornado por uno de los motores de física más vistosos en la memoria reciente, uno que simula cada acto de demolición y estallido sin escatimar en detalle y espectáculo; donde las consecuencias de tus actos jamás son las mismas y el ritmo de la acción es imparable.
Medici es un archipiélago sin muros, y antes de pronunciar el ya típico concepto de "mundo abierto", cabe acotar que más que eso, Just Cause 3 es un sandbox. Es decir, un espacio libre de ataduras donde la encomienda es experimentar, no tanto seguir al pie de la letra la trama. Existe un argumento ―lo expuse líneas arriba―, uno exagerado y tan estereotípico como la más trillada de las películas de acción, pero la idea aquí no es apreciar la historia por lo que es, sino como el pretexto para el desparpajo.
Rico es capaz de efectuar toda clase de acrobacias
Empiezas con el icónico gancho retráctil y tu paracaídas como fieles amigos, pero ni bien terminas las primeras 2 horas de juego, ya dispones de helicópteros de combate, plástico explosivo infinito, un traje ala, toda clase de rifles y granadas, con un mapa tan grande que no terminarás de recorrer en menos de 30 horas. Además, Rico es capaz de efectuar toda clase de acrobacias, desde pararse sobre el techo de vehículos en movimiento con la gracia de un surfista, hasta ejecutar un salto en caída libre desde kilómetros de altura y aterrizar sin un rasguño sobre la cara de un enemigo como gimnasta olímpico. El tipo es prácticamente un superhéroe y ¿saben qué? ¡Le viene perfecto al juego!
Existen bases enemigas, repletas de soldados, por todas partes y la idea es simple: eliminar a la oposición de cada pueblo y base de una región determinada, para liberarla, muy al estilo Far Cry 4 o Assassin's Creed: Syndicate. Ciertas operaciones, requieren de un nivel de progreso determinado en la historia, pero la mayoría de los lugares es libre para explorar y hacer explotar.
Como mencioné antes, buena parte del deleite de esta seguidilla de caos obedece al motor de física (Havok), mismo que simula cada estallido en vez de reproducir incansablemente el mismo script como lo harían otros juegos. Así, los resultados varían muchísimo cuando colocas cargas explosivas en la base de un contenedor de combustible o cuando las adhieres directamente sobre su superficie. De modo que a veces una torre se derrumba poco a poco, mientras que en otras ocasiones, vuela en pedazos, llevándose consigo a decenas de enemigos. Exponerlo con palabras no le hace justicia al gozo que brinda este atributo, pero una vez que lo observas, te enamoras.
El motor de física también hace de las suyas cuando empleas el gancho retráctil, el cual funge como principal herramienta de desplazamiento y también como fuente casi inagotable de carcajadas. Y es que el gancho impulsa a Rico, pero también es capaz de enlazar 2 o más objetos genéricos y atraerlos con sólo oprimir el gatillo izquierdo del control. Así, ante el embate de un helicóptero enemigo, tienes múltiples alternativas. La más aburrida es apuntarle con un lanzacohetes y ¡boom!, pero también existe la opción de usar tu gancho para subir a él y plantarle plástico explosivo directamente o, mejor aún, unirlo a otro helicóptero y hacerlos chocar entre sí. Puedes darle el mismo tratamiento a los soldados, a los vehículos terrestres y marítimos, a la fauna, y los resultados nunca son exactamente los mismos.
Para aderezar las cosas, cada vez que cumples una misión, Just Cause 3 te premia con nuevos juguetes y, en paralelo con los objetivos centrales, hay retos temáticos que desbloquean mejoras para todo instrumento de destrucción del que ya dispongas. Por ejemplo, es posible convertir tus granadas en motores de propulsión a chorro para que, antes de estallar, le den un empujón a los cuerpos sobre las cuales las coloques. Excuso decirles lo divertido que resulta plantar uno de estos explosivos sobre el trasero de un soldado incauto o el de una inocente vaca. Pero esto no es lo único que recibes; también desbloqueas boost para tus vehículos terrestres y marinos, la facultad para atar más cosas a la vez con el gancho retráctil, granadas que estallan al contacto, demoran extra para hacerlo o persiguen a su objetivo, misiles rastreadores y un largo etcétera. A todo esto, Avalanche Studios lo denominó Gear Mods, y como puedes ver, simplemente son mejoras... divertidas mejoras para tu equipo.
Buena parte del deleite de esta seguidilla de caos obedece al motor de física
Y las actividades secundarias en sí mismas son un deleite también. Las hay desde simples carreras de velocidad y rutas aéreas con el traje ala o las aeronaves disponibles, hasta disparatadas misiones suicidas donde la encomienda es llevar un carro bomba a su destino, destructivos rallies con armas específicas; y rarezas, como por ejemplo, emplear un magneto gigante para atrapar fragmentos de Bavarium y depositarlos en un contenedor. Entre las misiones centrales, las actividades secundarias y la libre exploración del mapa para eliminar al régimen, tendrás decenas de horas de entretenimiento. Irónicamente, lo menos ingenioso del paquete quizá son las misiones de historia, las cuales poco contrastan con la destrucción que eres capaz de desatar por ti mismo y sin necesidad de un guión.
Con el tiempo, tus compañeros rebeldes también te reabastecen de armas y vehículos, donde quiera que te encuentres, permitiéndote recibir nuevos implementos de caos al instante, por vía aérea y envueltos en una explosión de confeti. Es decir, Avalanche Studios no pretende que te esfuerces excesivamente por las cosas ni le importa que seas muy escrupuloso o táctico en tu aproximación a los objetivos. Lo que quiere es que generes tanto caos como sea posible y lo disfrutes; ya sea colgado al revés de la panza de un helicóptero, montado en un misil o caminando sobre el techo de un jet, mientras disparas tu lanzacohetes directo a las baterías enemigas que se encuentran abajo, para saltar una fracción de segundo antes de que el avión explote en un mar de chispas y humo. Y vaya que se disfruta.
Con todo esto, puede parecer que Just Cause 3 resulta ridículamente fácil, y la verdad no es un juego desafiante. Llegarás a morir de vez en cuando pero te irás con una sonrisa porque además Just Cause 3 respeta tu progreso justo hasta el instante de morir y te hace reaparecer lo más cerca del lugar donde estabas originalmente. Lo entretenido del juego es encontrar nuevas maneras de destruir las cosas, empleando para ello las herramientas que vas adquiriendo paulatinamente. Lo que te motiva es, en otras palabras, desbloquear el lanzagranadas más avanzado o el jet de combate más letal para causar cada vez más destrozos, por poner un par de ejemplos.
Dicho lo anterior y como lo mencioné en el previo, Just Cause 3 puede llegar a ser repetitivo, aunque la monotonía demora mucho más de lo que anticipé. Y es que una cosa es pasar hora y media con el juego sin saber ni cómo se juega y otra es poder disfrutarlo a plenitud y sin limitaciones. Calculo que si estás en la disposición de sacarle todo el jugo a sus herramientas y eres la clase de jugador que gusta de la acción desenfrenada y la destrucción, Just Cause 3 puede darte, por lo menos, 15 o 20 horas de carcajadas y estallidos, antes de que empiece a perder la magia. Pues la rutina no cambia mucho: conquistas un fuerte o un pueblo enemigo, destruyes todo lo destruible en ellos, cumples con las actividades secundarias ―que varían un poco― y pasas a lo siguiente. Ocasionalmente cumplirás ciertas misiones de historia para aderezar las cosas y existe un repertorio de coleccionables que abonan a la exposición de los personajes o te permiten desbloquear ciertos artículos, pero en esencia, la experiencia de jugar Just Cause 3 es ésa y sólo ésa.
A todo esto, algo que queda a deber en Just Cause 3 más allá del debate es el frente en línea. El juego incorpora una estructura multijugador asincrónica, donde compites por batir toda clase de marcas y así ocupar el mejor lugar en tablas de posiciones, e incluso es posible medirse indirectamente contra los hologramas de otros jugadores, pero a estas alturas de la octava generación hace falta algo adicional, especialmente cuando Far Cry 4 y GTA Online ya demostraron que el caos cooperativo es posible y, no nada más eso, sino que resulta más suculento. Por desgracia, en Just Cause 3, la interacción en línea es limitada. Por si no bastara, en días previos, tuve muchos problemas con los servidores de Square Enix, situación que interrumpía mi juego constantemente. Quizá lo anterior obedeció al hecho de que el juego no hubiera debutado, pero se los paso al costo. Acoto, en cualquier caso, que esto me ocurrió únicamente en Xbox One, no en PC, donde la conectividad fue perfecta.
Por lo concerniente a los controles, existe una curva de aprendizaje importante, aunque esto no es The Witcher: Wild Hunt ni mucho menos. Just Cause 3 hace abundante uso de los bumpers para todo, desde el gancho retráctil, hasta el plástico explosivo y las granadas, pero luego de una hora, dominarás prácticamente todas las mecánicas elementales, como por ejemplo la alternancia entre paracaídas, gancho retráctil y traje ala como herramientas de desplazamiento. Mientras que los vehículos no suponen ningún desafío especial. Avalanche Studios gozó del soporte de algunos exmiembros de Criterion y se nota en las mecánicas de derrape y el énfasis por los choques que en ocasiones generan excesiva inestabilidad, pero en general, conducir dentro de Just Cause 3 es tan divertido como cualquier otra actividad en el juego. El wingsuit por su parte, demanda algo de fineza sobre los sticks, pero resulta intuitivo y excitante de maniobrar. Me gustaría señalar, sin embargo, que por más ducho que seas con el gancho, el paracaídas y el wingsuit, habrá ocasiones en las que quedes varado o sientas que hace falta algo más para llegar a tu destino rápidamente. Entonces pides a tus aliados un helicóptero y fin del problema.
Ahora bien —y aquí viene el temido "pero"—, toda la espectacularidad que describí hasta ahora, pasa factura al desempeño del juego sin importar la plataforma en la que los disfrutes pero con especial énfasis en el frente de las consolas. Just Cause 3 arrastra esta imperfección desde hace semanas, no por nada lo mencionamos en el previo, y la anomalía permanece. Es decir, las simulaciones y cálculos que Just Cause 3 demanda de sus plataformas en tiempo real, afectan la fluidez de la experiencia. No hasta el punto de arruinarla, pero es un detalle considerable. Además, dio la impresión de que las pantallas de carga en ocasiones eran más prolongadas de lo que se percibiría cómodo y en PC, el juego llegó a pasmarse en 2 o 3 ocasiones durante mi tiempo de juego que fue de decenas de horas.
Si buscas diversión y caos en sus formas más puras, no te sentirás defraudado.
Y es que Just Cause 3 es un título pintoresco y muy llamativo con buena distancia de dibujo y escrupuloso cuidado al detalle. Cuando aterrizas sobre la campiña con tu helicóptero, las flores ceden ante las violentas corrientes provocadas por las aspas, mientras que vehículos terrestres y el propio Rico, son capaces de aplastar el follaje. El agua tiene un aspecto formidable y más aún el fondo subacuático, el cual incorpora arrecifes aunque no fauna. Incluso es posible apreciar las burbujas que salen de la nariz de Rico mientras nada bajo el agua. Pedazos de múltiples materiales vuelan por doquier con el retumbar de las explosiones y chispas eléctricas emanan de los transformadores, cuando les disparas. En pocas palabras, Just Cause 3 es un juego reluciente, aunque a la larga, varios de los elementos visuales también se perciben reciclados y como expliqué en el párrafo previo, todo esto causa desperfectos de desempeño.
El sonido, por su parte, está a la altura de los elevados estándares de calidad gráficos, con tronidos secos y poderosos para los estallidos, rugidos metálicos cuando un enorme contenedor está por venirse abajo o navegas sobre una masiva fragata de combate; percibes el efecto de ramas tronando cuando vuelas apenas encima de las copas de los árboles y escuchas disparos realistas en la distancia. La única queja son las acartonadas actuaciones de voz, consistentes con el carácter plástico del argumento, pero no por ello menos risibles.
Vaya, para terminar pronto, Just Cause 3 es un juego visualmente llamativo y súper divertido que pone todos sus recursos al servicio del caos, con resultados impredecibles y adictivos que te harán reír a menudo. No es un juego con suficiente profundidad o interactividad en línea como para ubicarse entre la élite del año, y Avalanche Studios quedó corto a la hora de emparejar sus ambiciones con la optimización, pero si buscas diversión y caos en sus formas más puras, no te sentirás defraudado.
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