Mientras Grecia se debate entre aceptar o no las propuestas de austeridad de la Unión Europea los líderes mundiales mueven ficha. Una posible salida griega de la eurozona podría cambiar el tablero político internacional y, conscientes de ello, han empezado la presión para reconducir la situación.
Ayer Obama llamó a Merkel para discutir la cuestión griega. Los dos líderes remarcaron que se tiene que hacer todo el esfuerzo posible para mantener a Grecia dentro de la Eurozona y para que el ejecutivo de Tsipras acepte parte de las reformas propuestas. Merkel y Obama quieren preservar la unidad europea para mantener las sanciones al Kremlin por sus políticas en Ucrania.
Obama y los Estados Unidos temen que, fuera del Eurogrupo, Grecia puede acercarse a la Rusia de Vladimir Putin, algo que no interesa a las potencias occidentales. El analista de Foreign Policy David Francis apunta que la Casa Blanca está “ansiosa” para que se solucione la crisis griega y por eso ha empezado a presionar a los líderes europeos y a instituciones financieras como el FMI para que ofrezcan a Grecia un poco de alivio de la deuda.
RUSIA Y EL ENCLAVE ESTRATÉGICO
Rusia ha jugado sus cartas y ha estado tratando de aprovechar la situación para acercarse a Grecia. Tsipras y Putin ya mostraron su buena sintonía cuando el líder del Kremlin invitó primer ministro heleno para que hablara en la Cumbre Internacional de San Petersburgo. Aunque recientemente Tsipras votó junto a los otros líderes europeos por mantener las sanciones a Rusia la situación podría cambiar.
La Unión Europea funciona mediante un sistema de toma de decisiones mediante el consenso entre los países miembros. Eso hace que un solo un voto en contra pueda tumbar y poner fin a las sanciones económicas contra Rusia. Grecia es, de momento, pleno miembro de la Unión Europea y de la OTAN. Su posición en el Mediterráneo es estratégica y de gran importancia por su conexión con Turquía, un paso clave para los intereses energéticos rusos.
Con Grecia fuera del Eurozona, Rusia podría acudir en ayuda del país mediterráneo y proporcionarle el dinero que necesita. Ese es el nuevo eje que las potencias occidentales no quieren ni oír, una alianza que podría suponer un factor añadido a las tensiones de la nueva Guerra Fría que se vive con Rusia y que podría redibujar por completo el mapa estratégico de Europa.