Hoy, durante la conferencia Summer Keynote de Apple, se anunció lo impensable. Shigeru Miyamoto, el productor más importante de Nintendo, anunció que su creación más icónica, Super Mario, aparecerá en la App Store de iPhone con el título Super Mario Run. Es una noticia mayúscula en el mundo de los videojuegos: un verdadero cambio de juego que muchos especularon durante años, pero que pocos veían venir de manera definitiva. Brillante movimiento para algunos, traición para otros, la aparición del mayor ícono de los videojuegos (y creo que el anuncio de los Juegos Olímpicos de Tokyo lo dejó claro) en el hardware de Apple (y eventualmente en sistemas como Android) marca el fin de una era. Pero hay que pensar los antecedentes y las consecuencias y, para ello, más que hablar de Nintendo, hay que hablar primero de Apple.
Como he señalado en otro artículo, el papel de Apple en el origen de la industria de los videojuegos ha sido poco analizado, pues se trata más de una historia de desencuentros. El propio Steve Jobs fue un empleado de Atari en su era de oro, cosa que odiaba y que lo dejó marcado con un gran prejuicio contra el videojuego. El sueño de Jobs siempre fue integrar el mundo de la informática en la vida diaria del consumidor común, no el "escapismo". Por ello, a pesar de las grandes épocas del gaming en Apple II, la compañía nunca apoyó de manera directa ningún proyecto relacionado con videojuegos.
Contra todo pronóstico, dada la situación de Apple en los 90, la compañía de Jobs no sólo ganaría la batalla por el mercado de dispositivos tecnológicos mediante el caballo de Troya de los reproductores de música (iPod), sino, gracias a llegada del teléfono inteligente, a dar un punto final a la informática de los 90, centrada en paqueterías y en el hardware de escritorio. La existencia de una plataforma de computación simple, unificada, portátil y ergonómica representó en la historia de la computación algo parecido a la caída del meteorito que terminó con la era de los dinosaurios: el fin de una megadiversidad de líneas de diseño en favor de la solución más económica, funcional y simple. Lo que pocos veían es que el meteorito caería también en el planeta de los videojuegos, tarde o temprano.
En efecto, las consecuencias en el gaming fueron tan formidables como en la música y la computación. Lentamente, Apple fue construyendo un ecosistema hecho a su imagen, en el que, a diferencia de las consolas y portátiles tradicionales, el precio de venta de la aplicación no importaba e incluso era gratuito, pues el verdadero protagonista era el dispositivo mismo, y el privilegio de que tu creación apareciera en la plataforma más vendida del mundo. En lugar de la filosofía de hardware accesible y software caro de Nintendo o Microsoft, se pasó al hardware caro (incluso de lujo) y software gratuito.
Es decir, en el mercado de teléfonos inteligentes, el énfasis es el hardware, no el software, que es un accesorio del hardware, mientras en la industria del videojuego tradicional el hardware es una vía de acceso al preciado software (Mario Bros., Call of Duty o Halo). Ése es el cambio de paradigma que trae Apple. Hoy, Nintendo ha capitulado ante dicho paradigma: Mario Run es, esencialmente, un "runner", un juego de plataformas con limitaciones de control adecuadas a la inexistencia de botones en un iPhone. Francamente, el diseño parece insignificante: un refrito de la serie New Super Mario Bros. hecho con prisa. Lo único importante es su existencia en sí. Y para muestra basta ver las acciones de Nintendo: a pesar de que es de madrugada en Tokyo, las 141 millones de acciones de la compañía han subido ya más de $10 dólares.
Éste es un momento más importante para la historia de los videojuegos que para Apple o Nintendo. Se trata del anuncio del eventual fin del hardware dedicado y, sobre todo, de las portátiles, que con el fiasco del PS Vita y el pálido desempeño del 3DS ante su predecesor habían preparado una transformación de ese mercado. Por otro lado, las consolas caseras ya habían hecho la transición de la auténtica programación en hardware (la vieja escuela real) a ser simples computadoras con juegos hechos en Unreal. La conveniencia, adaptabilidad y universalidad en términos de programación, han triunfado incluso por encima del poder y la eficiencia: como saben los expertos, si se explotara el potencial de nuestras tarjetas de video directamente en hardware, estaríamos algunas generaciones adelante fácilmente, pero la necesidad de distribuir ante los mercados de masas nos mantiene en un atraso artificial (¡paradojas del capitalismo!).
¿Qué pasará ahora? ¿Los videojuegos acabarán como la música? En parte ya están en ese punto. Hubo un tiempo en el que tenías que gastar $60 dólares por jugar un clon de Tetris en una plataforma dedicada que se conectaba a un televisor. Hoy el software se ha devaluado de tal manera que esto es impensable. La tendencia es clara: software AAA por un lado (Cyberpunk 2077, Horizon: Zero Dawn, Zelda: Breath of the Wild, etcétera), y los clásicos reducidos al papel de minijuegos en teléfonos o como "indies" en Steam y plataformas arcade. La conclusión natural del incremento exponencial de la complejidad de diseño versus la unificación del hardware y los motores gráficos.
En fin, queridos lectores, hoy habrá muchos profetas autoproclamados escarbando sus declaraciones y avisos para asegurarnos que ya habían predicho esto, pero no era una cuestión de posibilidad, sino de temporalidad (no había duda de que esto pasaría, sino de cuándo ocurriría). En estos momentos, las acciones de Nintendo deben escalar de manera meteórica: la compañía ha hecho lo que los mercados pedían a gritos. Ahora las verdaderas preguntas son éstas: ¿podrá el NX sobrevivir o quedará opacado por los éxitos de la compañía en móviles? ¿Nintendo será un third party completo en caso de que el NX fracase? ¿Cuánto tiempo le queda al mercado de plataformas dedicadas antes de ser absorbido por el combo PC-smartphones? Mientras la realidad virtual va camino a un fracaso seguro, el mundo de los videojuegos se prepara para un nuevo paradigma, y los remanentes del viejo mundo están siendo borrados uno a uno. Mario es sólo el primero de ellos.
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