Esa noche de diciembre de 2002, me llamó mi primo para invitarme a la función de estreno de una película llamada El Aro. The Ring (Verbinski, 2002). Y ahí vamos. Yo no había escuchado hablar de ella; no había leído ninguna sinopsis ni había visto ningún avance. Nada. Y, sobre el reparto, tenía en la cabeza a Naomi Watts por Mulholland Drive, pero fuera de eso, no estaba en mi lista de actrices de las que conozca el nombre.
Los últimos 10 minutos respiré porque si no, me moría
La cinta, con suspenso en su narrativa, su banda sonora llena de contrabajos en tonalidades menores y con predominantes colores fríos en la fotografía, me sumergió de inmediato en la intranquilidad de la situación. Mueren al mismo tiempo 4 chicos en diferentes lugares de la ciudad y una reportera, Rachel Keller, tía de una de las difuntas, decide averiguar qué provocó tan peculiar acontecimiento. La única pista era que las 4 personas habían visto un video. Keller, escéptica, decide verlo y encontrar la causa de los decesos. Conforme la reportera investigaba, la tensión en el asiento crecía. He de confesar que a media función creí que los acontecimientos paranormales eran alucinaciones, que el responsable de las muertes era un asesino ingenioso entre los personajes ya presentados y que el final sería scoobydooesco.
Qué final. Los últimos 10 minutos respiré porque si no, me moría, pero fueron muy pocas veces. Y cuando se encendió la luz de la sala, aún con los créditos corriendo, me descubrí hecho bola en el asiento, sujetando mis piernas y con mi corazón latiendo a 1000 por hora.
Y, sí, durante una semana me costó tanto trabajo salir de mi cama e intentar encender la luz para ir al baño, que empecé a considerar poner un bote de basura especial en mi habitación. "Ewww", sí, pero es verdad.
Me cautivó tanto la historia de Samara Morgan (el personaje estrella), que, por supuesto, terminé sabiendo todo sobre Ring. La novela original, del escritor japonés, Koji Suzuki, se publicó en 1991 y tuvo 2 continuaciones: Rasen (Espiral) y Loop (Circuito). Ring (conocida también como Ringu, por inexactitudes gramaticales del japonés que no explicaremos porque provocan más de terror que la película misma y tampoco se trata de pasarnos de la raya), se adaptó por primera vez para televisión en Japón en 1995. En 1998 llegó otra adaptación a las salas de cine niponas; el cambio más notable fue el protagonista, ya que en la novela es un hombre, Kazuyuki Asakawa, y en esta nueva cinta es una chica, Reiko Asakawa. Se estrenó, al mismo tiempo en función doble, la adaptación del segundo libro, Rasen, pero nadie le entendió y prefirieron quedarse con el impresionante primer filme, que impondría durante más de una década muchísimos clichés del cine 'despantos', como el giro inesperado al final o los fantasmas torturados y torturadores de cabello largo que cubren su rostro (en realidad la película dio forma a Sadako inspirándose en los fantasmas conocidos como 'Yurei', del folklor japonés, pero de eso hablaremos en otra ocasión).
En 1999, el cine coreano hizo su propia versión de Ring a partir del material original, y estrenó The Ring Virus; en octubre de 2002 salió The Ring en Estados Unidos. En aquella época había poca información en Internet sobre la novela Ringu o las películas japonesas. Poco a poco fui descubriendo que existió una secuela a la cinta japonesa de 1998, The Ring 2, con contenido que nada tenía que ver con los libros. Y que hubo un libro adicional, con 3 cuentos sobre Sadako Yamamura (la original Samara Morgan), llamado The Birthday, además de varias adaptaciones a historietas.
La premisa era lo que me interesaba: el fantasma de una niña que en vida tuvo poderes telequinéticos, que acecha a quien se entere de su triste historia y le provoca una muerte instantánea 7 días después.
A quien haya visto la versión estadounidense de 2002 o la de 1998 japonesa, seguro se le puso la piel de gallina en el giro de la historia, al ver el rostro (o el ojo) de Samara (o Sadako) y al enterarse de que "nunca iba a parar".
Claro, mi fascinación por Ring me llevó a leer los 3 libros principales de Koji Suzuki; extraordinario el primero, aburrido el segundo y maravilloso el tercero (que da un poco más de sentido al segundo). Hasta leí otra novela del mismo autor, Paradise, que nada tiene que ver, pero aprovecho para hacerle publicidad, porque es muy buena.
Y también me encontré uno de los mayores misterios de The Ring: el videojuego. El título fue desarrollado y publicado por Asmik Ace Entertainment en Japón y distribuido en América por Infogrames en febrero y agosto del año 2000, respectivamente. Fue un survival horror donde la protagonista, Meg Rainman, debe investigar las misteriosas muertes de sus compañeros de laboratorio, causadas, aparentemente por haber visto el mismo software de Internet, llamado RING. El juego era un verdadero horror. Pero no del bonito. El sistema de juego y los gráficos eran tan malos que daba más miedo preparar una sopa instantánea, pero la historia de Sadako estaba ahí, entre tanta burrada.
¿Alguien alguna vez vio en las tiendas o jugó The Ring: Terror's Realm? Éste se escabulló del radar de los fans del Dreamcast, a pesar de que la consola gozaba del punto más alto de su fama. Entre mis amigos dreamcasteros, The Ring pasó desapercibido. Y ese fracaso fue una combinación de terror: la mala distribución —la especialidad de Infogrames en el Dreamcast fueron los títulos de carreras y dio muy poco apoyo publicitario a la entrega—; la baja calidad del juego —los cinemas prerrendereados son de los peores de la historia y daba más miedo la sonrisa permanente de la protagonista que el ambiente—; y, por supuesto, salió en América cuando nadie fuera de Asia conocía la historia de El Aro.
Y The Ring: Terror's Realm se transforma de un pedazo de basura en una joya de colección sólo si se aparece en la vida del videojugador después de convertirse en fan del universo creado por Koji Suzuki. Recuerdo que me emocioné mucho cuando, al caer la primera víctima de Sadako, escuché el pedazo disonante de cuerdas extraído directamente de la banda sonora del filme japonés de 1998, cosa que sólo un fan podría apreciar. En varias reseñas viejas del juego enfatizan la historia al mencionar que no tiene sentido y que es de las peores incoherencias en el mundo de los videojuegos; pero para el conocedor de El Aro no hay incoherencias y sabe perfectamente adónde va la trama. La emoción crece conforme el misterio se revela, al saber el destino de tan horrorizante viaje ('horrorizante' en todos los sentidos). La verdad, la tortura de las actuaciones de voz, los escenarios monótonos, los gráficos de taller de computación preparatoriano y los espantosos controles se toleran todo el tiempo, sólo por la esperanza de encontrarnos cara a cara con ella. Con Sadako.
El juego era un verdadero horror
¿Qué fue del Dreamcast? El Dreamcast murió el 30 de marzo de 2001, el día en que SEGA detuvo la producción de su última consola; al dejar de fabricarse las únicas plataformas disponibles serían las que ya estuvieran embodegadas en las tiendas. Ni una más. El último juego que se publicó en América para esa plataforma fue NHL 2K2, en febrero de 2002. En Japón, la historia fue un poco distinta, ya que la compañía continuó vendiendo consolas refabricadas hasta 2006 mediante su sitio de Internet; Trigger Heart Exelica y Karous fueron las últimas entegas publicadas legítimamente para el Dreamcast, en 2007. Sin embargo, varios desarrolladores independientes, tanto en Europa como en Japón, siguieron creando títulos sin licencia para el Dreamcast.
¿Qué fue de los creadores de The Ring: Terror's Realm? Infogrames, empresa francesa de videojuegos y con reputación mediana, comenzó a desmoronarse en 2008. Aunque tuvo una relación de sociedad muy rara con Atari durante su ocaso, en 2009 murió definitivamente. Por otro lado, Asmik Ace Entertainment creó títulos desde el NES (Famicom, en Japón); aunque no era su giro principal, tuvo una modesta participación en el mercado hasta que publicó The Ring: Terror's Realm para Dreamcast, su único juego para esa consola. Más adelante, lanzó algunos para PS2 y GameCube y después… desapareció del mapa del entretenimiento electrónico y se quedó sólo en la distribución de películas.
¿Y qué fue de The Ring? Gracias a ella, tuvimos hasta el vómito —y no por miedo—, una década de filmes con fantasmas de pelo largo y negro, venganzas del más allá y giros de tuerca en los finales; cintas más fantasmagóricas y menos gore que las que nos hicieron temblar de miedo en la década de 1980. Aunque la magia se pisoteó con la vomitiva The Ring 2 —dirigida, lamentablemente, por Hideo Nakata, el director de la cinta nipona de 1998— y con las cintas japonesas Sadako 3D y Sadako 3D 2 (2012 y 2013, respectivamente), no hay duda: si un televisor se enciende a oscuras, a media noche, mostrando sólo estática en la pantalla, no hay quien no se paralice, y lo único por hacer es esperar a que Sadako nos lleve al otro mundo.
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