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Entre enero y octubre de 2015, Square Enix publicó 5 episodios de una aventura gráfica que se convirtió en todo un fenómeno. Life is Strange fue recibido de manera muy favorable tanto por la crítica como por los usuarios. El título se distinguió inmediatamente por sus personajes, sus paletas cálidas, su música del género indie folk, sus temas sobre ser un adulto joven y una historia que iba de lo emotivo a lo sobrenatural y llegaba al extremo del true-crime.

Luego de una encantadora precuela y una secuela indirecta que intentó desligarse de la propuesta original, llegó a nuestras manos Life is Strange: True Colors, un título que retoma muchos elementos temáticos de la primera entrega y que cuenta una historia sobre el duelo, la empatía y cómo las emociones afectan las decisiones de las personas. A meses del estreno original, el juego recibió un anticipado lanzamiento para el Nintendo Switch que, desafortunadamente, enfrenta muchos problemas de desempeño. A continuación, te cuento mi experiencia con el juego y cuánto impactan las deficiencias técnicas en esta versión.

Encontrar nuestro lugar en el mundo en el contexto del abandono

Life is Strange: True Colors narra la historia de Alex Chen, una chica con un pasado problemático que se muda a un pintoresco pueblo en Colorado llamado Haven Springs. Ahí se reúne con su hermano mayor y, tras una serie de eventos desafortunados, se ve enfrascada en una misión para sacar a la luz los crímenes de una gran corporación minera. Este viaje la lleva a enfrentarse a sus emociones, encontrar su lugar en el mundo y ayudar a las personas a su alrededor.

Alex no está sola ni completamente indefensa, cuenta con la ayuda de las 2 personas más cercanas a su hermano y una habilidad especial: puede ver auras y sentir las emociones de otras personas. Esta habilidad le ha traído problemas en el pasado, ya que cuando las emociones de las personas alrededor de ella son muy fuertes las interioriza, algo que suele tener consecuencias serias ante sentimientos negativos. Aunque por años Alex ha percibido su habilidad como una maldición, las circunstancias la empujan a aceptarla, a aprender a controlarla y aprovecharla para unir a la comunidad de Haven Springs.

Life is Strange: True colors es un viaje muy especial sobre la empatía, el autodescubrimiento y cómo las personas se relacionan entre sí. También presenta un discurso sobre la subjetividad y cómo el mundo es un lugar diferente en los ojos de cada persona. Las decisiones del usuario no sólo tienen consecuencias en el mundo, sino también en el estado emocional de los personajes con los que se relaciona. Además, True Colors retoma el discurso antisistema tan recurrente en la serie: la empresa minera Typhon tiene tanto dominio sobre Haven Springs como la familia Prescott lo tenía sobre Arcadia Bay.

A diferencia de Life is Strange 2, que fue desarrollado por DONTNOD, este título de Deck Nine evita arrojar su trama de golpe. El juego respira, se toma su tiempo, coloca cada pieza en el orden apropiado y en el momento preciso para transportar al jugador y hacerlo crear un vínculo con los personajes, así como con el pueblo en el que tiene lugar y la cadena de eventos que se desatan.

La empatía a través de las mecánicas

Life is Strange es una serie donde las habilidades sobrenaturales son un tema central y True Colors tiene la más interesante a mi parecer. En el primer Life is Strange Max podía viajar en el tiempo y en la secuela el pequeño Daniel era un Jedi que podía usar la fuerza. Life is Strange: Before the Storm rompió la tradición y el poder de Chloe es el de pasarse de lista para insultar y salirse con la suya. De cualquier manera, estas habilidades siempre han sido esenciales para resolver los problemas que se presentan en los juegos.

En Life is Strange: True Colors la habilidad especial es mirar las emociones de las personas representadas como un aura de color, sin embargo, el poder va más allá: Alex puede percibir lo que otras personas están pensando e incluso escuchar memorias relacionadas con algunos objetos. Alex, además, puede mirar y sentir el mundo como lo perciben otras personas.

Esto último se representa de manera encantadora a través de escenas con elementos surreales. Un ejemplo es que, al ayudar a un personaje que sufre de alzheimer y absorber sus emociones, el escenario se llena de cosas angustiantes relacionadas con la pérdida de la memoria: textos que se quedan sin letras, fotografías sin rostros, números desordenados en las paredes, relojes con manecillas errantes, etc.

Esta mecánica le da volumen a la experiencia de Life is Strange True Colors, hace que los personajes se sientan más vivos y no simples NPC. También aleja al título de ser otro juego al estilo de Telltale Games u otros pelijuegos basados simplemente en elegir entre A, B o C. True Colors transmite muy bien su mensaje sobre la empatía a través de sus mecánicas y fluye de manera extraordinaria.

En True Colors el romance se desarrolla mejor que en los títulos anteriores, donde sólo había una pareja sentimental explícita. En esta ocasión hay 2 personajes con los que se puede desarrollar una relación a fondo, romántica o no. Este elemento se siente tan orgánico que complementa muy bien al viaje empático que es True Colors. Al final, Alex puede decidir seguir su camino sola o junto a otra persona, algo que impacta directamente el final del juego.

Tomando todo esto en cuenta, Life is Strange: True Colors consigue transportar al usuario al pueblo de Haven Springs y hacerlo formar parte de él. No importa si el jugador es veterano de la serie o no, True Colors es un gran título para comenzar con ella.

El Nintendo Switch y los problemas de este port

Desde su primera entrega, Life is Strange destaca por su estilo visual. A pesar de la simpleza de sus gráficos, todo luce muy estilizado, con toques de ilustración digital en sus texturas que lo hacen lucir como un web comic. Desafortunadamente, esto y todo lo demás que hace especial a True Colors se viene abajo por las deficiencias de un mal port.

La versión de Life is Strange: True Colors para Nintendo Switch es mala. Las texturas tienen una resolución extremadamente baja, las animaciones no fluyen del todo bien y todas las geometrías están demasiado simplificadas. Más que parecer un juego con la estética de de comic o tener un encanto low poly, el título luce como algo salido de la época tardía del PlayStation 2. En el Nintendo Switch, Haven Spring luce como un lugar muerto y los personajes lucen artificiales. Eventualmente me acostumbré, sin embargo, el primer par de horas fue particularmente difícil de asimilar.

Pero el problema no se limita a la calidad de las texturas o las geometrías. Al momento de escribir este material, el juego presenta múltiples glitches gráficos y bugs visibles en algunos NPC. El mayor problema es que los bugs ocurren en secciones scripteadas, de manera que cuando el usuario repite alguna parte, el mismo bug ocurre de nuevo. Me pasó que un peatón insistía en atorarse en el mismo bote de basura para que yo pudiera tomarle captura, o que una observadora de aves emprendiera su camino parpadeando y dando tumbos como si alguien moviera a una muñeca. Esto no me parece aceptable en un producto que se vende como terminado.

"Life is Strange True Colors es un viaje conmovedor que, en el Nintendo Switch, es como ver una obra de teatro con las luces prendidas"

El juego también está plagado por un glitch gráfico que, al parecer, es un error en el renderer. Más de la mitad de mi viaje con Alex lo viví soportando una molesta línea de puntos parpadeantes en la parte inferior de la pantalla. Ninguna de estas cosas afecta en la progresión del juego, no hay tareas que sea imposible completar y se puede jugar de principio a fin, sin embargo, todos estos detalles afectan negativamente la experiencia. Life is Strange True Colors es un viaje conmovedor que, en el Nintendo Switch, es como ver una obra de teatro con las luces prendidas.

Al final del camino

Por segunda vez, Deck Nine dio en el clavo de qué hizo grande al título original desarrollado por DONTNOD. Life is Strange: True Colors es una experiencia envolvente, que logra conectar al usuario con sus personajes y que consigue transportar al jugador al pueblo de Haven Springs. Alex tiene mucha personalidad y muchos de los personajes secundarios podrían ser los protagonistas de su propia historia. Las paletas de color le dan mucha identidad, no siempre es claro cuáles decisiones son las adecuadas y la mecánica de interiorizar las emociones es original, divertida y lleva al jugador hacia momentos emotivos.

Desafortunadamente, todo lo que hace grande a Life is Strange: True Colors es opacado por una deficiencia técnica abrumadora en el Nintendo Switch, algo que me deja un sabor agridulce. La pequeña portátil de Nintendo ha logrado desplegar ports que, si bien no lucen mejor que en otras plataformas, sí resultan impresionantes. Juegos como Witcher III, DOOM Eternal, Alien Isolation o Hellblade hacen pensar a ratos que quizás Nintendo no necesita refrescar su hardware tan pronto, y entonces llega Life is Strange: True Colors, que a pesar de tener algunos meses de trabajo adicional encima quizás debió quedarse en las plataformas donde está disponible desde septiembre. Puedo aceptar baja calidad en texturas y modelos, pero glitches gráficos y bugs que exponen las costuras del juego son algo muy negativo en un título basado en la inmersión. Quizás la prisa por sacarlo en época navideña fue lo que provocó este desastre y eso es una lástima.

¿Recomiendo el viaje de Alex Chen en el Haven Spring? Sin duda, siempre y cuando no sea la versión de Nintendo Switch. Esta emotiva historia sobre las emociones, la empatía, el amor y la pérdida se sostiene de manera muy sólida sobre un guión muy bien escrito, personajes muy bien desarrollados, una historia intrigante y momentos muy conmovedores. A diferencia del Life is Strange 2 de DONTNOD que arranca su historia de manera forzada y de golpe, True Colors se toma su tiempo, es paciente y muestra sus matices de poco en poco, en el momento justo para presentar el asunto y eso es algo que agradezco. Merece toda la pena ponerse en los zapatos de Alex Chen, atreverse a confrontar nuestras emociones y, más importante aún, ayudar a aquellos que nos importan a asimilar esos colores que los rodean evitando el rojo.