Imagina que durante dos horas te pones a ver el canal del congreso (ese canal en donde solo pasan a diputados hablando y hablando y hablando), pero por alguna razón, y de manera muy ocasional, pasan a una lagartija gigante destruyendo una ciudad. Básicamente, eso es Godzilla: Resurgence.
Creo que nunca hasta este momento las diferencias culturales entre la gente de Japón y México me había impedido tanto de disfrutar una película. Si es que en verdad ellos creen que este montón de burocracia, política y verborrea interminable es entretenido (y supongo que así es, pues esta cosa fue un gran éxito de taquilla allá), entonces las diferencias son abismales entre nosotros. Trataré de describir este desastre somnífero lo mejor que pueda desde mi mexicana y limitada perspectiva.
Si hay algunos méritos que se deben de reconocer son los siguientes: por primera vez en mucho tiempo, Godzilla es la bestia poderosa y despiadada que arrasa todo a su paso, y que los patéticos y diminutos humanos deben vencer usando su intelecto y tecnología disponible. Aquí no aparece ningún otro monstruo que el Godzilla vence para quedar bien a ojos de los ciudadanos (como ocurre en la película estadounidense de 2014, en donde lo nombran héroe, aunque Godzilla haya causado tanto daño como los monstruos villanos) sino que de principio a fin Godzilla es tratado como una plaga o animal peligroso. Hay algunas tomas en las que se muestra como el demonio de un relato épico del Japón medieval: con su boca, branquias y escamas brillantes en medio de la oscuridad y los escombros de la ciudad derruida.
Además de eso, no hay mucho que se pueda decir en su defensa. Las actuaciones son atroces (aunque esto sea algo típico del cine japonés), especialmente las expresiones de sorpresa (son tan fingidas que desesperan). El guión y la dirección les pide a los actores decir línea tras línea de diálogo con cara inexpresiva, pero cuando algún suceso les pide hacer algo más que solo eso (fingir ira, o enojo, o tristeza), la actuación es tan mala como las de los actores de telenovelas. Otra cosa: hay demasiados malditos close-ups. Como me estaba aburriendo muchísimo en el cine, me entretuve contando close-ups seguidos sin interrupción. En una ocasión la película llegó al número record de 6, pero poco antes del final, llegó a hacer un ultra combo de 11 close-ups seguidos. Esto es más desagradable e irritante de lo que suena, pues cada close up está acompañado de una línea muy rápida de diálogo, normalmente uno extremadamente aburrido. ¿Por qué hay tantos close-ups? Es porque gran parte de la película está filmada y dirigida como si fuera un anime. En un anime es algo extremadamente común ver tanto acercamiento a los rostros de los personajes, sobre todo en escenas de diálogo, y sobre todo en animes de Hideaki Anno, como Evangelion. En el anime comprendo que hagan esto porque ahorra animación, dinero, tiempo y mano de obra... pero en una película live action no existe esta limitación, así que no tiene sentido. Además, un close up en un anime puede llegar a ser agradable, pero en una película es desagradable ver cara tras cara tras cara japonesa con sus imperfecciones faciales y sus gestos exageradamente articulados y mal actuados.
Abordemos el elefante en el cuarto: sí, la película es co-dirigida por Hideaki Anno, y el guión en su totalidad de él. Anno es el creador de Evangelion, la clásica serie de culto, y también director de la excepcionalmente culera película Evangelion 3.33, cuyos defectos comparte en gran cantidad con Godzilla: Resurgence. Los personajes se la pasan hablando, y hablando, y hablando, pero a pesar de eso es muy difícil saber qué verga se supone que pasa. Más del 85 % de la película se compone de las pláticas entre los funcionarios administrativos y políticos del gobierno de Japón... lo que significa tres cosas: burocracia (mucha burocracia), política y auténtica desesperación, pero para la audiencia. Estuve muy cerca de salirme del cine, cosa que nunca he hecho, y que no tuve la tentación de hacer ni siquiera con Jupiter's Ascending, pero es que en serio la cosa se pone tan aburrida, tan rígida, y tan... inhumana que me preguntaba una y otra vez qué carajos estaba haciendo ahí, y por qué chingados no me iba mejor a la verga. Como ejemplo de lo que digo, la primera media hora se trata de los políticos de Japón discutiendo entre ellos cuál sería la mejor manera de abordar la situación, si era mejor atacar a la bestia o tratar de capturarla viva para estudiarla... y todo eso mientras el monstruo sigue avanzando y destruyendo a la ciudad, escenas que por cierto se nos muestran muy poco, pues los directores le dan muchísima prioridad al debate burocrático y político. Así, la película avanza entre junta tras junta tras meeting, tras conferencia de prensa del primer ministro japonés, tras junta, tras junta, tras junta... Parece que nunca se va a acabar el bla bla bla. Normalmente, en las películas de desastre, el protagonista humano es una persona ordinaria o un soldado ordinario con una familia que proteger, y esto con el fin de formar un vínculo con la audiencia. Es algo que vemos sobre todo en las películas estadounidenses, en donde el final feliz consiste en el personaje principal reuniéndose con su familia; ya saben, un toque para humanizar a la trama y a los protagonistas. Pues bien, no hay NADA de ese toque de "humanización" aquí. Nada. Por lo que a mi respecta, todos y cada uno de los personajes en esta película son robots japoneses con apariencia humana que han sido pobremente programados para imitar a la conducta humana. No hay nada humano en ellos. Cuando la bestia muere, uno esperaría que se pusieran a gritar y a abrazarse de la emoción. No lo hacen, lo único que pasa es que el líder del equipo les agradece su esfuerzo invertido, y algunos se toman de la mano. Todos son fríos, gélidos incluso, completamente anormales y desagradables (sé lo que estás pensando; abordaré ese tema al final de este texto).
Debido a la dirección de Anno, muchas escenas parecen salidas directamente de una animación japonesa, pero como son live action, se ven muy mal. Por ejemplo, en una escena, hay 6 o 7 actores en pantalla; la toma es de lado, y dos personajes hablan sobre la destrucción que Godzilla dejó a su paso. Todos, incluso los actores que están hablando, se mantienen rígidos en la misma posición de "firmes" que caracteriza a los personajes de anime: su boca es lo único que se mueve, y los actores del fondo se mantienen completamente firmes, como si fueran estatuas. Este tipo de escena es una que has visto infinidad de veces en animes. Para abaratar costos de producción, los animadores solo animan la boca de los personajes cuando hablan, y mantienen estáticos los elementos del fondo, como transeúntes y demás. Eso lo comprendo en un anime, pues al tener que entregar un episodio a la semana tienen severas limitaciones de presupuesto y tiempo, pero en una película live-action, obviamente, no tienes ninguna de esas limitaciones, así que, ¿qué sentido tiene forzar esa rígida y antinatural toma? ¿Es que acaso el director piensa que se ve bien? Si es así, ha perdido total contacto con la realidad o se ha vuelto loco. Otro ejemplo bastante claro son las innumerables escenas de gente platicando y parada. La cámara por lo general está muy alejada en esos casos, exactamente como sucedía en Evangelion, en donde se ahorraban una lana al no tener que animar las bocas de los personajes cuando hablaban (la toma era tan alejada que no era tan evidente), pero (y perdón si repito lo mismo una vez más) en un live-action es completamente inútil, innecesario, aburrido e ilógico hacer esto. Además, hay que considerar que escena tras escena de personajes parados y hablando sobre la economía de Japón, o sobre los planes políticos del nuevo ministro de Japón, o sobre las demandas de Estados Unidos, es exasperantemente aburrido, y más si consideras que hay una lagartija gigante allá afuera que lo está destruyendo todo, y estos güeyes bien apasionados con su burocracia.
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CONTINÚA EN LA PARTE 2.