¿Estamos solos en el universo? La respuesta nos elude desde épocas inmemoriales, y es que aún si la humanidad descubrió el verdadero significado de la interrogante hace poco tiempo, nuestros primitivos antepasados ya se preguntaban qué secretos esconderían esos extraños destellos blancos en la oscuridad de la noche.
Sería ilógico, necio y hasta presuntuoso pensar que efectivamente, no tenemos compañía sapiente más allá del limitado comportamiento inteligente de ciertos animales en la Tierra, pero también es complicado considerar en todas las implicaciones para que una civilización de otro planeta viniera a visitarnos, o que siquiera nos pusiera atención, más allá de la necesidad por consumir nuestros recursos planetarios. Aunque tal vez no sea como el escenario de Star Trek: First Contact en que sólo al aprender a viajar a la velocidad de la luz podríamos llamar la atención de los extraterrestres, es posible que se requiera de algo sumamente drástico para cautivar su interés. Pero aun suponiendo que una civilización pensante exista, y se haya percatado de nuestra presencia, deseando conocernos amigablemente, experimentar con nosotros en formas sádicas o simplemente devorarnos, tendría que pasar por serias complicaciones para llegar al Sistema Solar.
Pongámoslo de este modo: nuestra galaxia la Vía Láctea tiene de longitud aproximadamente 100 mil años luz, mientras que la galaxia Andrómeda, la más cercana y con similitudes a la nuestra para sostener cualquier tipo de vida está a dos millones de años luz. Asumiendo que la vida inteligente se encuentra en ella, y hace dos millones de años decidieron enviar un mensaje al espacio suponiendo que dicho mensaje pudiera viajar a velocidad luz para ver si alguien contesta, para cuando llegara aquí, en nuestros tiempos, no garantiza que pudiéramos responder o siquiera entender la señal, y por otro lado ya habrían pasado esos dos millones de años, la civilización alienígena podría ni siquiera seguir existiendo. Y sí, Contact sonaba tan fascinante cuando no considerábamos las variables.
Vayamos a otro supuesto, tienen tecnología para transportarse de un punto del universo a otro en cuestión de unos pocos años, como en Star Wars, o hasta instantáneamente muy similar a Event Horizon; sus recursos se agotan y necesitan renovarlos, o son vampiros cósmicos que no esperan para probar fresca y exótica carne humana, no importando el caso están decididos a invadirnos y reclamar victoria sobre lo que para ellos sería nuestra primitiva naturaleza. Posiblemente no tengan ningún problema para aniquilarnos, pero la imaginación humana es más optimista, en especial cuando se trata del cine y los videojuegos, como ha sucedido en Halo y está a punto de pasar en Resistance.
Invasión cinematográfica
La imaginación es una cualidad muy poderosa de la mente humana, pero a veces se limita por lo que vemos y conocemos. No es una casualidad que la paranoia de invasiones y destrucción por parte de seres del espacio comenzara a figurar en la pantalla grande hasta la década de 1950, cuando el sentimiento anti-comunista y el temor característico de la Guerra Fría invadieran a las mentes creativas de Hollywood. De repente, La guerra de los mundos de HG Wells ambientada en la época victoriana cobró nueva inmediatez, y si ya eran constantes los reportes de avistamientos OVNI, la película no hizo sino incrementarlos exponencialmente tras su estreno en las salas de cine en 1953.
Desde entonces hemos recibido un constante flujo de material relacionado a seres del espacio, algunos con matices jocosos, y otros realmente espeluznantes por lo menos para la gente que apenas se familiarizaba con aquellos primeros años del subgénero, pero la constante siempre fue la misma: somos de interés para los extraterrestres, aunque los propósitos varían radicalmente.
Este fenómeno de invasiones alienígenas en el séptimo arte ha tenido frecuentes altibajos, pero conforme pasa el tiempo se ajusta constantemente a la ansiedad que permea a la sociedad. Como en el caso de la reinvención de War of the Worlds de mano de Steven Spielberg, que tomó una premisa con cien años de vejez, y la adaptó a la paranoia provocada tras el incidente terrorista del 11 de septiembre en Nueva York. Afortunadamente y como si se tratara de un antídoto de entretenimiento a la tensión cultural, no importa la adversidad o la magnitud del enemigo, siempre salimos victoriosos. Aunque es interesante preguntarse a qué se debe. Veamos las posibles respuestas.
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